lunes, 8 de marzo de 2010

Lo que siento cuando subo a un Escenario

Si bien es cierto que todos los artículos que he escrito en este Blog han sido escritos desde un punto de vista personal, éste en particular lo será aun más. Narraré como es que me he sentido y siento YO al subirme a un escenario para interpretar un personaje. Recalco la palabra “YO” dado que cada uno de nosotros somos seres distintos, con sensaciones diferentes, con temores y experiencias diversas que hacen que, subirse a un escenario para ustedes, sea quizá un mundo muy distinto al mío. Aun así, no quisiera que esta sea una narración egoístamente anecdótica e introspectiva, con el fin de plasmar todo lo que yo llevo dentro y exponerlo al mundo como si yo fuera el molde perfecto en el que se tienen que acomodar todas las experiencias por igual. Al contrario. Mi objetivo al escribir este artículo es llegar a ustedes a través de la identificación de una experiencia similar o la discrepancia de sensaciones. Lo que quiero es compartir y que ustedes también compartan sus comentarios y experiencias.

Para comenzar, debo confesar que no todas las veces que me he subido a un escenario las experiencias han sido las mismas. Si tuviera que marcar la diferencia entre una y la otra, creo que se debería a la obra que estoy haciendo y la confianza que le tengo a dicha puesta. Recuerdo que, cuando recién empezaba a actuar (en la época en la que hacía musicales y no había estudiado actuación), hubieron oportunidades en las que, una vez cambiado y maquillado, mientras daban sala para que el público entrara, no sentía nervios ni emoción. Lo cual me preocupaba mucho. Que terrible es hacer algo y no sentir esa dosis necesaria de temor porque todo salga bien. Dosis que a su vez impulsa y da energía. Entonces me pregunté ¿Por qué? Tiempo después me di cuenta que era cuestión de la confianza de lo que estaba entregando a un público. No solo desde un plano personal, sino también como grupo. Lo cual no era una cuestión de poco trabajo invertido. Creo que yo era demasiado conciente que el resultado de tanto trabajo, no llenaba mis propias expectativas, por lo que dudaba que llenaran las del público, que en ese entonces eran cuatro gatos y todos amigos nuestros.

Una vez que estudié actuación y las puestas se hacían cada vez más profesionales, con más público diverso que no eran solo nuestros amigos y familiares y rodeado de actores cada vez más competentes, recobré por completo la emoción previa a salir a escena. Sentía que las doscientas cincuenta personas sentadas en sus respectivas butacas, esperaban algo bueno y no iban solo por compromiso. Lo cual siempre ha sido sinónimo de reto para mí. Además, una vez que estudias una técnica de actuación, sabes que “actuar” involucra vivir plenamente la circunstancia del personaje y desde su punto de vista, sin embargo, las emociones que brotan, son tuyas. Por lo tanto, debes estar preparado para “desnudarte” emocionalmente ante un público crítico y expectante. Es ahí donde se generan estos nervios ricos en el actor.

Lo más interesante ocurre una vez que cruzas el límite entre cajas y el escenario. Todo temor, todo juicio y duda desaparecen a favor de una vivencia plena del personaje. Te olvidas que estas siendo observado por personas ajenas a la historia. Empiezas a vivir la vida del otro. Muchos dicen que para ellos el público desaparece. Puedo creer que te olvides del público durante gran parte de la obra, sin embargo eres conciente que están presentes. El público juega una parte importante al momento de actuar. Sus risas, llantos, exclamaciones de sorpresa, cuchicheos y comentarios te dan energía. Es por eso que es imposible no saber que existen, sin embargo su participación es externa al trabajo del actor.

Caminar en un escenario mientras se está actuando es casi como caminar en el espacio. Siento que cada paso mide una gran distancia. Siento que el tiempo no es real. Se convierte en un concepto en donde sólo sobre el escenario, es errado. Los minutos están llenos de vida que los hacen parecer segundos u horas, dependiendo de lo que estas viviendo. Siento una rara libertad. Y digo rara porque dentro de las marcaciones necesarias de la obra y el texto del autor que se debe respetar, siento que puedo volar y entregarme al cien por ciento, sin temor. Al contario. Entre mayor entrega mejor saldrá la escena. Jamás escucharán un critico de teatro decir: “Ese actor hizo mal, demasiada entrega”, o a un director decir “En este momento, no te entregues tanto por favor”. Soy libre, fuerte y a pesar de la edad que tenga en la vida real, siento sobre mis hombros la mochila pesada de los años del personaje. Los sonidos, las texturas, los colores y los aromas se hacen muy intensos. Soy sensible a todo lo que me rodea, a tal punto en que me fusiono con todo. Soy parte de todo. Al tener mi concentración puesta en todo lo queme rodea, todo me afecta, en mayor o menor nivel, emocionalmente. En fin, es una experiencia metafísica.

Desearía que me cuenten sus experiencias. Sean similares o completamente distintas a la mía. Es bueno que siendo nosotros actores, representando un porcentaje mínimo de la población mundial que ha tenido el privilegio de subirse a un escenario, compartamos experiencias. Para los que jamás se has subido a un escenario y desean vivir esa experiencia, también quisiera saber de ustedes.